jueves, 24 de mayo de 2012










Me gustaría tener sus ojos acá, su pecho acá, sus brazos acá. Sentarnos en el suelo en pose india y tener su cabeza sobre mis piernas. Dejar que el viento nos despeine, ver como se enmaraña la tierra entre sus rulos revueltos de tarde.
Sentirnos aborígenes con nuestros pies descalzos sobre el pasto. Toda la ciudad atrás, ya distante. Pensarnos salvajes lejos de los taxis y los colectivos y la gente, sobre un parque de sutil arquitectura neo.  Vernos como analfabetos liberados de las burocracias de las civilizaciones, mientras nos miramos y caemos en una cursilería de gestos, de pequeñas miradas cómplices; sumergidos en un pedacito de verde perdido entre tanto urbanismo enardecido.
Enredar mis dedos en sus pelos, ver como se anudan mis manos en sus rulos, sentirme atrapado, que él me reclame que lo suelte. Todo irá sucediendo mientras esa señora pasea al perro, ese rio crecido trae ramas, este árbol se desprende de una hoja. 

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