viernes, 26 de agosto de 2011



Me siento Splinter. Solo porque te rechace por llevar en la cabeza una tintura rubia “Pro”, para nada de mi gusto. Y confieso que me gustaría caminar hasta mi casa por las alcantarillas con ese otro de rostro morochito incorruptible que se fue en moto hasta la periferia de la luna. Ah! Barrio Martin con todo su facho esplendor!

sábado, 20 de agosto de 2011

No puedo librarme de la idea que los recuerdos no son un movimiento, una secuencia, una cinematografía. Si no que son imágenes fijas en la psiquis

Ahora te cruzo en esos espacios donde antes estuvimos en otra forma. Ahora nos disponemos a conocer un nuevo modo de interrelación entre nosotros. Decaí sobre esta nueva noción de nuestro espacio una manera diferente de mirarnos. Reflejémonos sin recordar nada. Lo anterior son solo imágenes fijas perdidas en un punto cualquiera de mi estructura síquica, una ligera noción de haber estado aquí alguna vez de algún otro modo. Puede haber memoria sin monumentalidad: una memoria de lo microscópico, lo ridículo, lo ínfimo. En esa memoria te quiero guardar, una memoria de lo espontaneo, de las cosas simples, una memoria donde no entran héroes ni tumbas.

jueves, 11 de agosto de 2011


Saltar y caer, no suspenderse. La punta de los dedos sucios con azúcar. Los ojos como de vidrio. Tengo una fotografía en la que aparezco yo niño andando en triciclo todo sonrisas. Un vientito por la ventana. El día esta lindo. El único Phillip de la tarde. Me queme los labios con la tasita caliente de café. No hay videos, si no imágenes fijas. Cosas así, a la espera de lo que vendrá.

jueves, 4 de agosto de 2011


Ayer andaba suelto de nuevo por plaza Montenegro y esa cosa de cielo nublado y pájaros volando con todo ese olor a azufre que hay en el aire antes de que se largue la lluvia, me daba una sensación como de resaca dominical, de somnolencia, un alivio como de nieve, de pequeño deyabú. Y entonces pase por el local de revistas y compre la que me gusta leer cada tanto, cuando necesito volver a mis vicios tabúes, refugiarme en los objetos, volver a un terreno polivalente e incomunicable.

Reconozco que algunos elementos fetiches bohemios-burgueses me gustan, me gusta el café y si es en tasita inglesa mejor, me gustan las revistas de cultura alternativa donde te hacen sentir que entendes Foucault o Shapen solo porque comprendiste lo que Ricardo Coler insinuó al citarlos en la Editorial. Y entonces me siento tan bien… Un pequeño y frágil bienestar en mi pequeña pieza por Barrio Martin. Un ir y venir entre los recuerdos de sus ojos mirándome llenos de discusiones como de palomas o como de amaneceres y la tranquilidad de este terminar de la lluvia. Una paz cómo de pueblo con sospechas de country, de barrio cerrado, de asesino escondiéndose en el altillo. Me gusta darme cuenta que ya no está y que no somos nada. Me gusta poder arrinconarme y mirarlo sin ponerme abatido y sin que de golpe se me termine el suministro de café o desparrame el tarro de azúcar por el piso y que eso me ponga patética y particularmente triste.

Ayer mientras caminaba volví a estar como liviano, volví a ver la gente pasar, a arboles pasar, a paredes pasar, todo por al lado mío, como rosándome. Volví a caer en la pequeña sensación de artificial felicidad que te da entrar a los locales comerciales y consumir esa hermosa producción hecha en serie y expuesta en off. Volví a ser un poquito mi alter ego y un poquito a olvidarme de él, a pensarlo lejos, como en otros aires. Y no, no somos nada.